Los niños venezolanos y la cuarta reunión de la Conferencia de las Partes del Convenio de Minamata sobre el Mercurio

Perdona afectada por la enfermedad de Minamata
Tomoko y su madre en el baño. Foto de W. Eugene Smith

Hoy 25 de marzo de 2022 finalizó la segunda etapa de la reunión global sobre el control del mercurio. Los niños venezolanos no estarán representados.

En 1956 una niña de cinco años habitante de Minamata, una pequeña ciudad costera en la isla de Kyushu al suroeste de Japón, fue hospitalizada con convulsiones. No fue el único caso, más de cien personas perdieron la vida, muchos miles más quedaron afectados permanentemente por graves daños neurológicos y por lo menos la mitad de la población local tuvo problemas de salud.

La causa de esa situación fue la intoxicación por consumo de pescados y mariscos contaminados por mercurio. Como consecuencia de esa tragedia actualmente se conoce a esa alteración de salud como enfermedad de Minamata.

Aunque cualquier persona puede ser afectada por la exposición al mercurio, los niños son particularmente vulnerables a ese veneno. Los peores efectos resultan cuando la intoxicación ocurre por alimentos contaminados por mercurio.

En niños produce retraso mental y en las etapas de del desarrollo, alteraciones del tono muscular, del lenguaje y muchos pueden ser afectados de ceguera y sordera.

En el caso de fetos cuyas madres han consumido pescado o mariscos contaminados se puede producir retraso psicomotor y parálisis cerebral.

El mercurio y los niños de Venezuela

Quisiera contar la historia de niños venezolanos intoxicados por mercurio, pero esto no es posible. Toda su memoria ha sido invisibilizada o quedó escondida detrás de los pocos datos existentes sobre este problema.

¿Y qué dicen esos números? Por ejemplo, estudios indican que un 53% de los niños de El Callao que viven en zonas vecinas a los molinos donde se procesa el oro en tenían niveles de mercurio por encima de los límites establecidos por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y alcanza a un 84% entre los que viven alrededor de las minas.

En otro estudio realizado a niños que asisten a escuelas en El Callao, se encontró que hasta el 54% tenían concentraciones de mercurio en sus cuerpos que excedían los valores referenciales indicados como “seguros”. Asimismo, en las instalaciones educativas de esa ciudad el aire y el polvo contienen altos niveles de este metal.

Igualmente, se encontró que en asentamientos campesinos en el Bajo Caroní y el río Paragua las mujeres en edad reproductiva alcanzaron niveles de concentración de mercurio en sus cuerpos mayores que el resto de la población. Del mismo modo, el 92% de las mujeres indígenas en comunidades en el río Caura superan los niveles considerados de bajo riesgo.

Estas situaciones son potenciadas debido a que un 45% de los trabajadores de las minas son menores de edad y que diversos estudios han conseguido altos niveles de mercurio en peces viviendo en todos los grandes ríos de la región.

¿Y cuáles son las consecuencias de esta contaminación?

Aquí las estadísticas desaparecen del todo.

Diversas organizaciones de atención al niño en el estado Bolívar han denunciado un alto nivel de nacimientos con deformaciones o daños neuronales, incluyendo una alta prevalencia de niños con Trastornos del Espectro Autista. Pero esta relación es difícil de probar y desde el 2015 el gobierno dejó de otorgar divisas para la realización de pruebas de laboratorio que debían realizarse fuera de Venezuela.

Por otra parte, en los últimos años, muchas personas que realizan trabajos de asistencia humanitaria en las zonas mineras han oído hablar de un aumento de casos de abortos, malformaciones y daños neuronales en comunidades a lo largo de los estados Bolívar y Amazonas. Pero no hay ningún reporte oficial que avale estas historias, tampoco estadísticas médicas que puedan ser consultadas.

Hoy, lo único que podemos asegurar es que debido al extraordinario crecimiento que ha tenido la actividad de explotación de oro en toda la región de Guayana, la contaminación por mercurio es un riesgo muy alto para todo niño viviendo o por nacer en esta región.

El Estado venezolano conoce desde hace más de 30 años esta situación, pero los intereses mineros han creado un espeso velo de silencio. Tanto que la mayor parte de la población no es consciente de lo que ocurre.

Y cuál es la solución a este problema

Un tercio de la contaminación global por mercurio proviene de las operaciones realizadas por la minería de oro de pequeña y mediana escala. Por ello, en Venezuela las zonas más afectadas, aunque no las únicas, son las zonas mineras al sur del Orinoco.

Por eso, no hay otra solución que la eliminación total del uso de mercurio en la actividad minera. De hecho, un Decreto Presidencial prohíbe su uso desde el 2016. Pero la evidencia indica que esa prohibición no está siendo cumplida en el territorio nacional.

Como este es un problema global, los países del mundo acordaron establecer un tratado internacional que busca regular y eliminar la contaminación por mercurio. Este se conoce como el Convenio de Minamata el cual entró en vigor en 2017. El gobierno de Venezuela se comprometió a ratificar y poner en práctica las medidas establecidas por ese Convenio. Hasta ahora no lo ha hecho.

Hoy 25 de marzo se inicia la se inicia la segunda etapa de la Convención de las Partes del Convenio de Minamata. El gobierno no ha informado si tendrá alguna participación en el mismo.

Corresponde a la sociedad venezolana la obligación ética de exigirle al Estado que tome medidas inmediatas para detener esta catástrofe, así como atender y proteger a las víctimas. Ese es el camino inicial para, de manera inmediata, ratificar y honrar las medidas establecidas en el Convenio de Minamata.

Los niños de Venezuela nos lo exigen.

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