La participación de Venezuela es clave para salvar a la Amazonía

  • Existe una alerta global por la destrucción acelerada de la Amazonía, uno de los ecosistemas terrestres más importantes del mundo,
  • Su desaparición puede tener efectos desastrosos sobre todo el planeta en aspectos como el calentamiento global, la pérdida de diversidad y de agua dulce.
  • Los cambios recientes en las presidencias de Colombia y Brasil pueden abrir una oportunidad para empezar a reducir la velocidad de su destrucción.
  • En Venezuela no parece haber voluntad política para avanzar de manera efectiva en ese rumbo. A pesar de ello ¿será posible salvar a la Amazonía sin Venezuela?

Desde hace varios años una gran cantidad de voces relevantes en todo el mundo están advirtiendo sobre las graves consecuencias que puede tener la destrucción de la selva Amazónica.

Cuando hablamos de la Amazonía en su concepto amplio (la panamazonía) es un enorme bioma que abarca 8.470.209 Km², una superficie mayor a Europa e incluye a nueve países de Sudamérica.

Debido a su extensión y características, su desaparición pudiera ser catastrófica, tanto para los países amazónicos, como para el resto del planeta.

Esto se debe a la influencia que tienen estos bosques sobre los climas regionales, por lo que en el contexto del cambio climático su deterioro está generando una gran preocupación.

Asimismo, este ecosistema contiene el 20% de las aguas dulces del mundo y el 25% de la diversidad biológica continental global. Ambos recursos de enorme importante en un mundo cada vez más complejo.

Pero, adicionalmente, en la región amazónica viven 33 millones de personas, entre las que se estima hay más de 400 pueblos indígenas, cada uno con una cultura propia y saberes ancestrales relacionados con sus territorios y la diversidad biológica que contienen. La enorme mayoría de esas personas dependen económica y culturalmente de la salud y productividad de los ecosistemas donde habitan.

A pesar de esta extraordinaria importancia, la Amazonía está en grave peligro. Informes recientes apuntan a que el 18% de los bosques amazónicos se ha perdido por completo y un 17% adicional está degradado. Lo peor es que este proceso es que sigue avanzando a toda velocidad.

La causa de esta destrucción está relacionada con la sustitución de los bosques para abrir tierras para producción agrícola y ganadera, así como por los impactos del extractivismo minero, petrolero e incluso por la extracción de maderas tropicales. Todo ello para seguir alimentando a los grandes mercados internacionales.

Pero la deforestación no es el único problema. Las emisiones de mercurio derivado de la extracción de oro y los compuestos tóxicos derivados de la industria petrolera, entre otros contaminantes, está convirtiendo a importantes territorios de la Amazonía en zonas de sacrificio. Es decir, en lugares en los cuales la salud y la seguridad de los habitantes de estas comunidades se sacrifican en aras de las ganancias económicas y la prosperidad de otros.

Un resumen dramático de toda esta situación fue expuesto por Mike Barret, Director Ejecutivo de Conservación y Ciencia de WWF-Reino Unido, durante su reciente visita a Colombia, donde declaró que “Lo que está pasando en la Amazonia nos debería mantener despiertos toda la noche”.

Ventanas de oportunidad en la selva de la política

El viaje a Colombia de este especialista británico busca aprovechar la oportunidad que se ha generado luego de que los nuevos presidentes de Colombia y Brasil han manifestado su interés por la conservación de la Amazonía y han realizado propuestas para el logro de acuerdos regionales y globales para lograr ese propósito.

En tal sentido, el presidente Petro exhortó a los dirigentes del mundo, reunidos en la COP27 del clima, a financiar un programa de protección de la Amazonía. Asimismo, el presidente Lula prometió alcanzar una deforestación cero en su país y reactivar el Tratado de Cooperación Amazónica.

Por supuesto que no es para nada difícil sentir escepticismo frente a esas promesas que resultan muy fáciles de proponer, pero que en la práctica son muy difíciles de concretar.

Pero igualmente, las oportunidades de cambio son bienes escasos y deben ser aprovechadas.  Además, las mismas deben ser pescadas rápidamente antes que las fuerzas que se oponen a ellas puedan hacer movimientos que consoliden el status quo actual de inactividad cómplice de muchos gobiernos.

Por ello, quizás vale la pena apoyar el trabajo que están realizando distintas organizaciones, así como los que realizan algunos presidentes de la región.

¿Y Venezuela qué?

En este contexto, los presidentes Petro y Lula han intentado incorporar a Venezuela en este proceso. En el primero de los casos de forma personal.

En contraste, no parece existir una acción similar por parte de las organizaciones internacionales que frecuentemente parecieran ignorar a Venezuela en sus programas de diplomacia ambiental.

Ello, pudiera deberse a varias razones:

Por una parte, a la compleja situación política y económica del país que hace que cualquier intento de incidir sobre las políticas nacionales sea vista como un esfuerzo demasiado dificultoso y por lo tanto dejen este esfuerzo en manos de la diplomacia política.

Asimismo, la propia respuesta del gobierno venezolano a las propuestas de sus países vecinos no ayuda a abrir caminos en este sentido. Aunque, el propio presidente de Venezuela ha dado muestras de un aparente apoyo a las mismas, en la práctica no se percibe ninguna voluntad de cambio en las políticas gubernamentales que promueven la minería ilegal y el saqueo de los territorios indígenas.

Igualmente, frecuentemente se habla de la escasa información sobre la situación actual de la Amazonía venezolana y aún prevalece la idea de que la deforestación en esta zona del país es muy escasa en comparación con otros países de la región. Esta idea se ha ido desmontando recientemente por el esfuerzo creciente de documentación y denuncia realizado por organizaciones de la sociedad civil nacionales e internacionales.

Por todo ello, usar estos argumentos para no intentar sumar a Venezuela al esfuerzo de conservar la Amazonía es un grave error.

Aunque es cierto que la superficie deforestada en bosques amazónicos en Venezuela es relativamente pequeña en comparación con los otros países amazónicos, los cambios de las políticas económicas ocurridas en el país en los últimos años han generado que Venezuela tenga la tasa de deforestación más alta de la región.

De la misma forma, los efectos de la minería de oro realizada sin ningún control y con criterios de depredación, saqueo y despojo están generando efectos muy profundos en todo el espacio amazónico venezolano.

También es necesario considerar que la Amazonía venezolana contiene una diversidad biológica notable y característica. Ello se debe a que gran parte de la misma está situada sobre el escudo guayanés un macizo de la era precámbrica, así como por la presencia de formaciones geológicas como tepuyes y simas, los cuales en su conjunto presentan una enorme tasa de endemismos (presencia de especies únicas de esos sitios). Esta riqueza está siendo destruida sin ningún escrúpulo, ni intento de control por parte del gobierno venezolano.

Finalmente, no incluir a Venezuela es desconocer las causas profundas del deterioro ambiental en la Amazonía. En particular por la existencia de tramas internacionales de delincuencia organizada que se mueven en toda la región desconociendo fronteras y leyes.

Tales organizaciones criminales son los promotores y operadores de la destrucción no sólo ambiental, sino de las comunidades y culturas indígenas, así como son actores centrales de la corrupción política y la degradación social en toda la región amazónica.

Venezuela en este contexto tiene una importancia enorme al ser un territorio donde estos grupos son tolerados, y frecuentemente apoyados por el propio gobierno, por lo cual tienen impunidad absoluta y consiguen refugio ante cualquier acción contra ellos por parte de los gobiernos vecinos, a la vez que pueden seguir teniendo influencia fuera de las fronteras de Venezuela.

Por todo lo anterior, seguir entendiendo esta situación como un tema menor e interno de Venezuela, es apostar por el fracaso en cualquier esfuerzo de transformación de la situación actual.

En cambio, será necesario que se realice un esfuerzo concertado desde todos los niveles que impulsen al gobierno de Venezuela a actuar de manera clara contra la minería ilegal, y toda forma de extracción de recursos no cónsona con los Objetivos de Desarrollo Sostenible, la protección de los pueblos indígenas y la conservación de las áreas naturales protegidas de la región.

Mientras se logra comprometer la voluntad política del gobierno, un tema que en este momento se ve como un objetivo difícil y de largo plazo, será necesario apoyar los esfuerzos de investigadores y organizaciones de la sociedad civil para que puedan seguir midiendo el avance del deterioro ambiental, documentar las violaciones a los derechos humanos y ensayar experiencias de desarrollo local sostenible.

A su vez, será necesario apoyar la generación de un movimiento ciudadano dirigido no sólo a la protección de los ecosistemas amazónicos, sino a la defensa de los derechos de los pueblos indígenas y comunidades tradicionales que viven en esa extensa región. Asimismo, será necesario aprovechar el impulso para promover una transición hacia un modelo de desarrollo democrático que en lo ambiental esté basado en el uso respetuoso de las contribuciones y recursos de la naturaleza en un marco de derechos humanos.

Los venezolanos estamos preparados para realizar una transición hacia un futuro sostenible. ¿El mundo está dispuesto a acompañarnos?

Salvemos a toda la Amazonía.

Comparte esta noticia:

Más noticias

¡Denuncia!

Sí conoces alguna situación crítica en tu zona haz clic en el botón

Logo-Clima21-alternativo