Un salero en la historia socioambiental de Venezuela

Iam Venezuela. Foto: Félix León

Zaida García Valecillo

Un salero y la sal que contiene son comunes en nuestra vida cotidiana por lo que nos cuesta imaginar que a lo largo de la historia humana han tenido un papel importante en el desarrollo de los pueblos y que la misma se interconecta con nuestra historia en Venezuela.

Desde tiempos antiguos, la sal fue un mineral muy valioso por sus múltiples usos como preservante de alimentos, desinfectante, saborizante de alimentos y como componente en la fabricación de muchos productos.

Todos conocemos que la sal tiene un lugar protagónico en la gastronomía, pero no muchos saben que en la antigüedad su uso principal era en la conservación de alimentos. En épocas donde no existían refrigeradores la sal era usada para la conservación de pescado, carne, quesos y mantequilla; rubros fundamentales para la sobrevivencia humana, más aún en los momentos que por razones climáticas o en viajes largos no era posible conseguir alimentos frescos.

Por ello la sal fue tan importante para los pueblos y sobre ella se levantaron imperios comerciales y se declararon guerras. Asimismo, en la antigua Roma se utilizaba como forma de pago de bienes e impuestos, de ahí surge la palabra salario.

Como consecuencia de su importancia la sal se incorporó a la cultura al dar origen a significados, dichos y refranes referidos a la suerte, la riqueza, la pobreza y las características de las personas.

Así aparecieron en español expresiones que aluden a una persona que tiene alegría, es agradable o graciosa la cual se le dice que es salerosa o que tiene salero. Por lo contrario ser soso es carecer de gracia.

En la Biblia la frase “ser la sal de la tierra (o de la vida)” es referido a la capacidad de santificar o purificar, debido al efecto antiséptico y preservador de esta sustancia.

Durante el siglo XVII, este mineral se convirtió en un importante elemento de ingreso fiscal para las monarquías europeas, principalmente para las que formaban parte de las rutas de comercialización de pescados salados, generalmente arenques.

Para ese momento el Imperio Español en plena expansión tenía el control de la producción de sal en sus territorios en América y buena parte de la península ibérica. El rey Felipe II en su afán de control político, económico y religioso prohibió a los comerciantes holandeses (neerlandeses) comprar la sal producida en su imperio.

Los holandeses, obligados por esa prohibición que ponía en peligro sus negocios, buscaron conseguir otras vías para obtener ese producto y se plantearon tomar por asalto las salinas de Araya debido a su calidad. Estas se encontraban en la costa norte suramericana, parte de lo que actualmente es Venezuela y en esa época perteneciente al imperio español.

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En pocos años fueron enviados cientos de barcos holandeses y unos tantos ingleses a Araya y comenzaron a explotar esta importante salina.

Esta situación amenazaba los intereses de España en el continente, pues se corría el riesgo que el poder holandés e inglés se expandiera por la costa norte desde la actual costa este de Venezuela hasta Portobelo en la actual Panamá. Toda la zona de enorme importancia para la corona española.

Por ello los españoles armaron una gran flota para expulsar a los holandeses de Araya. Asimismo, para garantizar la defensa de la zona construyeron la primera y más compleja fortificación en el territorio venezolano, el castillo de Santiago de Araya (1623). Que el diseño fuera comisionado a los principales ingenieros del rey habla de la enorme importancia de la sal y esas salinas para el imperio español.

Desde esa época y hasta la actualidad Araya surtía de sal a buena parte del país y fue un importante producto de exportación a pesar, que luego de la invención de la refrigeración perdió una parte de su importancia original.

Originalmente la salina de Araya estaba formada por una laguna natural, llamada la “Laguna Madre” donde por efectos de la marea entraba el agua de mar y se evaporaba dejando la sal en el fondo de la misma desde donde se extraía.

A mediados del siglo XX se creó un sistema de lagunas que alimentaban a la laguna original, aumentando la productividad de la salina.  En los años 90 del siglo pasado en Araya se producía 441 mil toneladas de sal al año. Infortunadamente, por efectos de la falta de inversión y mantenimiento se abandonaron las lagunas nuevas y la producción cayó a 300 toneladas al año aproximadamente.

Actualmente, la salina volvió a funcionar como se hacía hace 400 años, sólo por el proceso natural de llenado de la Laguna Madre y el esfuerzo de los obreros realizando la extracción prácticamente de forma artesanal.

Lo que alguna vez fue una fuente de prosperidad para la nación y sus trabajadores quedó para la historia y en la zona sólo quedó pobreza y hambre.

Tomado de Noticias Todos Ahora

Un salero para mostrar la riqueza

Aunque hoy en día es común tener sal en la cocina y en la mesa, hasta el siglo XX su uso era restringido y costoso. Por ello servir la comida y colocar un salero era una señal de que la familia gozaba de un gran poder económico.

Esto ocurría, no sólo por el contenido, sino que el propio salero debía proclamar la riqueza de la casa. Un ejemplo de ello es el salero de cerámica del siglo XVII que acompaña este artículo, el cual forma parte de la colección del Museo de Arte Colonial Quinta de Anauco en Caracas.

Este salero de cerámica resulta muy interesante, pues expresa las maneras como mostraba su estatus un sector de la sociedad caraqueña en esa época.

Este objeto elaborado con barro rojo proviene de Teruel, España. Visto de arriba hacia abajo, observamos un cuenco torneado en forma de copa, el cual fue esmaltado en color blanco marfil. A los lados tiene ocho patas pintadas en verde en forma de “S” y adheridas entre el cuenco y la base. Dicha base es un cubo un poco más pequeño y decorado con hojas esquematizadas, en azul sobre fondo blanco.

Como podemos ver, tanto hoy como en la colonia, la sal tiene un gran valor para Venezuela; no solo en aspectos económico sino como muestra de nuestros recursos naturales y su realización con la historia y cultura.

Esta conexión se evidencia en los bienes patrimoniales como este salero que nos vincula con nuestra historia e identidad cultural como un patrimonio que heredamos y debemos conservar y valorar para las futuras generaciones.

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