Sofía Caruncho Llaguno, Daniel Wizenberg y Nicolás Cabrera
Tomado de France 24. Para ir a la fuente original marcar aquí
En el Estado de Roraima, Brasil, hay centenares de personas pidiendo asilo: son desplazados por el oro y el mercurio. Provienen del propio Brasil, Venezuela y Guyana. Esta investigación sigue la ruta de la minería que está devastando bosques y comunidades en el noreste del Amazonas y sus vínculos con China.
En los ríos del Amazonas de Guyana, Carlos, un venezolano de 40 años, gana 5.000 reales al mes (unos 1.000 dólares) extrayendo oro de manera ilegal. Dice que en los últimos cuatro días de trabajo, él y cuatro mineros más juntaron 143 gramos de oro para “el patrón”. No dice quién es su jefe pero cuenta que ese hombre, sin ir a la mina, vendió esos 143 gramos en más de 11.000 dólares. Para amalgamar los granos de oro dispersos en pequeñas piedritas, y así transportar el oro, los mineros necesitan mercurio, que por su toxicidad, está prohibido en casi todo el mundo. Carlos lo consigue a 5 dólares el gramo.
Carlos cuenta que es mucho lo que se ve en la selva. En su celular tiene imágenes del mercurio, de las piedras de oro, de un leopardo blanco que acaba de cazar, de camiones gigantes remontando, de una retroexcavadora hidráulica CAT 320, de camiones alemanes marca MAN y de lanchas cargando bidones con combustible. Cuenta que cada siete meses, tiempo que le lleva juntar unos 4.000 dólares, se va a pasar un mes con su familia, que lo espera en Boa Vista.
Boa Vista es la capital del Estado de Roraima, Brasil, a pocos kilómetros de la frontera con el oeste de Guyana y el sur de Venezuela. En el aeropuerto local, en la sala donde se retiran las maletas, hay un cartel que dice: «bienvenidos a la nueva frontera del agronegocio». En la plaza central de la ciudad hay, erigida con orgullo, una estatua de madera, aluminio y cemento: el «monumento ao garimpeiro», como se llama a los buscadores de oro en Brasil.
Para muchos, la minería es la única manera de tener un salario. Es el caso de Francisco, un venezolano de 29 años, que habiendo sido minero, él y su familia comparten refugio con víctimas de la minería ilegal. Francisco cuenta que hizo tanto minería de piedra como minería de aluvión en el Callao, Venezuela: «el azogue, o mercurio, es el que se encarga de recoger el oro». Francisco por momentos suena obsesionado por el oro pero cuenta por qué llegó a Boa Vista: «Algunas amistades mías murieron en la mina, por eso decidí apartarme de esa vida».
Bajo el nombre de ‘Operación Acolhida‘ hay una fuerte ayuda humanitaria coordinada por el ejército de Brasil y ACNUR-ONU entre otras organizaciones, para dar refugio a decenas de miles de migrantes y refugiados venezolanos que han llegado a Brasil en los últimos años. Thaís Menezes, oficial de Relaciones Institucionales de ACNUR-ONU, informa que cuentan con espacios para albergar poblaciones indígenas y otros para poblaciones mixtas no indígenas: “tenemos capacidad para acoger a 10.000 personas”. Francisco, por ejemplo, vive junto a su esposa y sus dos hijos en una “unidad habitacional” con estructura de acero, de 17 metros cuadrados, con cuatro ventanas y paredes de plástico.
Amenazas a los indígenas
Entre Brasil y Venezuela está el territorio yanomami, que tiene unos 10 millones de hectáreas, el tamaño de Portugal: casi 30.000 personas distribuidas en más de 370 aldeas. Cuentan con la mayor área demarcada de Brasil, lo que debería protegerlos de la minería, pero la presidencia de Bolsonaro la promueve: él mismo visitó una mina ilegal.
Dario Vitorio Kopenawa Yanomami, 40 años, líder yanomami, cuenta el significado de dos palabras: napë, que en yanomami significa tanto “blanco” como “hostil” y xawara upë, “líquido de las epidemias”, como llaman al mercurio. “En la selva no solo no tenemos palabras, tampoco tenemos remedios para las enfermedades fabricadas en la ciudad”, dice Darío.
Dario muestra los datos que tiene: hay al menos 237 comunidades afectadas por el garimpo ilegal, 16.000 yanomamis, más de la mitad de la población total. En el último año la explotación ilegal del oro creció un 46%. Los más amenazados son los indígenas en aislamiento voluntario o “no contactados”. En tanto, para quienes la minería ya los alcanzó, las consecuencias fueron diversas: abusos sexuales, deforestación, malaria, asesinatos.
Un estudio realizado en todos los ríos de Roraima, descubrió que es improbable comer pescado sin mercurio en todo ese estado. La situación es peor aún en territorios indígenas: en algunas aldeas yanomami nueve de cada diez personas estudiadas mostraron estar contaminadas por ese metal.
Richard, agente sanitario de 49 años, quien trabaja como traductor de lengua yanomami al portugués en misiones de salud del Estado brasileño, se quiebra al contar la situación: “estoy cansado de ir al funeral de gente cercana, gente joven”.
Mercurio venezolano
Milly, 27 años y perteneciente al pueblo indígena pemón, llegó a buscar asilo en Boa Vista. Su comunidad, en la Gran Sabana, extremo sur de Venezuela, fue expulsada de su territorio con tanques de guerra por el ejército venezolano en lo que se llamó la “masacre de kumarakapay”. “He visto enfermar y morir niños y abuelos en la comunidad pemón de Campo Alegre por tomar agua con mercurio, pero los indígenas somos quienes tienen que defender la tierra de esas cosas, con orgullo hay que seguir”, dice Milly quien recuerda a su vez que sus abuelos hacían minería artesanal pero en pequeña escala, “era para canjear oro por alimentos”.
Hay muchos pueblos mineros en Bolívar, al sur de Venezuela. En uno de ellos, Laura, una vecina de La Claritas, reconoce haber traficado mercurio en su pueblo: “amigos que están en la guardia nacional de Venezuela nos lo trajeron para vender”. En junio pasado militares venezolanos fueron detenidos con 30 kg de mercurio en la ciudad brasileña de Pacaraima.
Laura también refiere haber cruzado hasta Boa Vista para abastecerse ilegalmente y afirma que es una actividad peligrosa: “la misma persona que te vendió o te compró, te puede mandar a robar”. Laura suele comprar el kilogramo de mercurio a 3 gramas de oro y lo revende a 5. Una grama de oro equivale a 40 dólares y es un medio de pago muy utilizado en el sur de Venezuela.
El origen de los insumos
El mercurio que circula por Venezuela, Guyana y Brasil, según un informe de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), viene principalmente de China e ingresa por Guyana y Suriname, desde donde se dispersa a los países vecinos. El mercurio también pasa desde Bolivia a Brasil, de manera ilegal, aunque luego se pueda encargar por plataformas en línea como Mercado Libre.
China es el mayor productor y consumidor de mercurio del mundo y se comprometió a prohibir la extracción primaria de este metal para 2032. Marcos Orellana, relator especial de la ONU sobre las sustancias tóxicas y los derechos humanos, afirma que “gran parte del mercurio que China produce lo consume, pero hay un remanente que lo exporta ¿Qué nivel es exportado ilegalmente y alimenta el Orinoco, Guayana y Brasil? No se sabe”.
Importar mercurio desde China es sencillo. En la web Made-in-china se encuentra un listado de empresas que proveen mercurio al 99,9% en tarifas low cost. Por ejemplo, Linbing International Trading tiene fábrica en la provincia de Hebei y ofrece una muestra gratis de mercurio en botecitos de cristal por un pedido mínimo de 25 kilos, por entre 50 dólares el kilo. El distrito exportador chino más frecuente con destino Guyana es la provincia de Hunan, uno de los tres que todavía extraen mercurio en el gigante asiático. Sin embargo, para la UICN, la mayor parte de las importaciones de este metal se darían por medio del contrabando, aprovechando la enorme presencia china en Guyana, algo muy evidente en Lethem, la ciudad de frontera con Brasil, a hora y media de Boa Vista.
China busca aprovechar a Guyana como puente hacia el resto de Sudamérica, por eso acordaron que sea parte de la nueva ruta de la seda. Cuando firmaron el acuerdo, en 2018, el entonces vicepresidente y ministro de relaciones exteriores de Guyana, Carl Greenidge, dijo que esperaba poder financiar así una autopista que conecte Linden, cerca de la capital Georgetown, con Lethem, atravesando por la mitad el país y la selva.