La noche del 8 de octubre de 2022, en la ciudad de Las Tejerías, estado Aragua, ocurrieron una serie de deslaves e inundaciones que afectaron gravemente una parte de ese centro urbano. Como consecuencia de este hecho murieron al menos 54 personas, fueron destruidas 765 viviendas y quedó muy afectada la infraestructura de servicios públicos, edificios empresariales, comerciales y vialidad.
Este suceso fue hasta ahora el de mayor impacto de una serie de emergencias que han ocurrido a lo largo de todo el año y que han afectado gran parte del territorio nacional y en especial a los estados Aragua, Zulia, Mérida, Sucre, Anzoátegui, Miranda, Lara, Guárico y Lara.
En la mayor parte de los casos los afectados fueron personas pobres que perdieron sus casas, medios de vida, herramientas de trabajo y enseres domésticos. Estas situaciones los empujó más profundamente hacia la miseria y el hambre.
El gobierno nacional responsabilizó de estos sucesos a “las lluvias”, al “modelo de las plantaciones en el período colonial de Venezuela” y al “cambio climático”,
¿Qué sabemos de estas afirmaciones?
Las instituciones que trabajan en temas meteorológicos y climáticos y los especialistas en esos temas comenzaron a alertar desde el año pasado que el país este año estaría bajo la influencia del fenómeno de “La Niña” y que ese sería el tercer año consecutivo en que se presentaba el mismo. Para Venezuela esa situación implicaría precipitaciones por encima del promedio y suelos muy saturados. Ello debería haber generado una alarma de grave riesgos de inundaciones, deslizamientos y deslaves.
Asimismo, se presentaron una serie de eventos meteorológicos extremos como tormentas tropicales y otros fenómenos los cuales afectaron gran parte del área del Caribe y el Golfo de México, incluyendo la región norte de Venezuela. Los organismos que hacen seguimiento a estos fenómenos alertaron sobre su aparición y trayectorias desde su inicio.
No existe ninguna información de que el gobernó venezolano haya usado esa información para actuar de manera en la prevención de los posibles daños derivados de esas situaciones. Por el contrario, se han presentado una cantidad de denuncias del abandono o inexistencia de programas de prevención como la limpieza de quebradas, prevención de la deforestación, planes locales de gestión de riesgos y sistemas de alertas tempranas. Ello aún en zonas donde era conocida la existencia de graves riesgos de ocurrencia de desastres.
Los desastres no son naturales. El evento natural: Lluvia, tormenta, sequía, etcétera actúa sobre diferentes localidades en las cuales sus características, tanto de orden físico, como sociales y políticas generan diferentes niveles de vulnerabilidad. Estos eventos tendrán efectos mayores sobre las localidades con mayor nivel de vulnerabilidad.
En Venezuela además de las vulnerabilidades generadas por una ocupación del territorio que ha ignorado y despreciado las dinámicas y características ambientales, se han acumulado enormes vulnerabilidades sociales como las condiciones de pobreza de la población y la ausencia de políticas efectivas de gestión de riesgo.
Igualmente sabemos que desde hace mucho tiempo atrás la población en Venezuela ha venido ocupando el territorio de manera no sólo inadecuada, sino que en muchas ocasiones suicida. Por supuesto que muchos de los actuales patrones de ocupación son antiguos, pero también es clara la inacción de los diferentes gobiernos para corregir las situaciones de riesgo y aumentar las capacidades de la población para actuar frente a los eventos extremos y así mitigar los daños.
¿Y el cambio climático es culpable de alguna de estas situaciones? Es muy posible. Los últimos informes de los organismos internacionales indican claramente que Venezuela está en una zona de alto riesgo de ser impactada por eventos meteorológicos derivados de los cambios generados por el cambio climático.
Pero en el caso de Venezuela se trabaja a ciegas frente al cambio climático, ya que no existen o son precarios los programas realizados para hacer seguimiento de los cambios generados este fenómeno. Como ejemplo de ello, el número de estaciones meteorológicas ha caído de manera importante en los últimos años, tampoco existen instituciones creadas con este fin y peor aún, no existe un Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático, previsto por ley desde el año 2009.
Por otra parte, Venezuela se hace cada más ambientalmente vulnerable: tiene la tasa de deforestación de bosques naturales más alta de la región amazónica, gran parte de los bosques de manglar en las costas de Venezuela están amenazados y las ciudades se vuelven cada vez más ambientalmente insustentables y por supuesto vulnerables.
Asimismo, la acción gubernamental en materia de desastres socionaturales es apenas reactiva, con acciones en el mejor de los casos paliativas y nunca preventivas , frecuentenente realizadas con una lógica militarista. Por otra parte, frecuentemente estas acciones han estado enfocadas en las emergencias que han sido mejor cubiertas por los medios de comunicación abandonando a su suerte a muchas comunidades.
Las comunidades del sur de Maracay no viajan a Egipto
El presidente venezolano llegó este sábado a Egipto para participar en la 27° Conferencia de las Partes de la Convención de Cambio Climático (COP27)
Al llegar afirmó que “su administración insistirá en el cumplimiento de los acuerdos que ya se han firmado en el pasado y en acelerar los procesos «para que el modelo capitalista destructivo sea sustituido por un modelo humano, por un modelo respetuoso de las condiciones de vida del planeta” e insistió en que las inundaciones, los derrumbes y deslaves que se han producido son una consecuencia del cambio climático.
Por otra parte, no habló del cumplimiento de los compromisos firmados por Venezuela en materia de cambio climático, ni de la obligación del Estado venezolano de actuar hasta el máximo de sus recursos para proteger a la población de los daños provocados por el cambio climático.
Esta semana también debería haber sido noticia que las comunidades al sur de Maracay viven bajo el terror constante de que el muro que los separa del Lago de Valencia, cuyo nivel crece cada vez más, pueda ceder y ocurra una inundación que barrería con las mismas. Nadie responde por sus angustias. Sus exigencias y sus derechos no están representadas en la COP27.
¿Y entonces?
Sólo queda seguir trabajando para que toda la sociedad venezolana comprenda que el cambio climático es el principal problema global, que sus efectos son muy graves y que la posible recuperación de Venezuela puede quedar profundamente lastrada por este problema.
Aún más importante, necesitamos comunicar que no necesariamente estamos condenados a sufrir un apocalipsis climático. Que podemos organizarnos para mitigar sus daños, resguardando los ecosistemas que nos protegen, apoyando la ciencia y los científicos climáticos que trabajan en todas las áreas por el conocimiento y acción climática, estableciendo programas adecuados de adaptación al cambio climático y la gestión de riesgo. Y muy importante: educando y abriendo la participación a todos.
Al final de este esfuerzo colectivo por el bien común surgirá un país en el que nuestro derecho a tener una vida digna y un medio ambiente sano y seguro sean respetados. Es decir, un país mejor.
Parte de la información presentada aquí fue extraída de un informe que será próximamente publicado por Clima21