Derechos humanos, biodiversidad e identidad cultural: Conexiones humanas en la trama de la vida

Variedades de ají criollos. Foto: Alejandro Álvarez

Entre la diversidad biológica y las culturas de los pueblos existe un permanente proceso de interacción que define las identidades culturales individuales y colectivas de los seres humanos. Estas conexiones crean y recrean continuamente elementos culturales generadores de identidad cultural.  Participar y tener acceso permanente a esos elementos culturales es un derecho humano.

En un principio debemos especificar que la diversidad biológica la entendemos como la variedad de formas de vida que habitan sobre la Tierra. En tal sentido, Venezuela se encuentra entre los países con mayor diversidad de especies de acuerdo a su territorio; por lo cual es considerado un país megadiverso. A su vez, la identidad cultural la podemos definir como el sentido de pertenencia a un grupo social con el cual se comparten costumbres, valores y creencias, las cuales se expresan en una diversidad de bienes culturales tangibles e intangibles (habla, objetos, construcciones, gastronomía, técnicas agrícolas, música, pintura, entre otros).

Esta relación tan cercana entre el territorio, los seres vivos y la actividad humana moldean las formas de entender (cosmovisiones), actuar y crear (culturas) de todos los pueblos; y se expresa a través de un sin número de manifestaciones culturales que identifican a las personas con su pasado, su presente y brinda posibilidades de futuro. Estas relaciones no son estáticas, se reconstruyen individual y colectivamente de acuerdo con los cambios económicos, desarrollo tecnológico, creencias y las maneras como nos vinculamos y apropiamos con el entorno.

En Venezuela podemos dividir esos cambios en tres etapas históricas definidas más o menos laxamente: 1) Previo a la llegada de los españoles; 2) La transformación (siglos XV hasta principios del siglo XX) y 3) Petróleo y urbanización (principios del siglo XX hasta principios del siglo XXI).

Previo a la llegada de los españoles: La Naturaleza como esencia de la vida

Antes de 1498, los pobladores de Venezuela desarrollaron desde tiempos ancestrales culturas y cosmovisiones que estaba integrada a su vida con la Naturaleza. En tal sentido, muchos de los fenómenos naturales, animales y plantas, no sólo tenían importancia como componentes de su entorno y recursos materiales para sus vidas, sino que eran elementos esenciales de su origen, su identidad, su cotidianidad y su espiritualidad. No existía una separación estricta entre dioses, humanos, fenómenos naturales y animales. De esta manera, se crearon múltiples elementos culturales, algunos de ellos permanecen actualmente en nuestros patrimonios culturales (expresiones orales, gastronomía) y especialmente en la identidad cultural de los pueblos indígenas venezolanos, dándole sentido a todos los eventos de sus vidas. Lamentablemente, en este momento existen múltiples factores que atentan contra la identidad cultural de estos pueblos, especialmente al sur del país, impidiendo el acceso y disfrute a su cultura.

La transformación: La Naturaleza como objeto

Los europeos conquistaron los territorios indígenas e impusieron su dominio, sus ideas religiosas y en particular su cosmovisión. Los conquistadores concibieron el territorio de Venezuela como un espacio a ser transformado, dominado y explotado.

Asimismo, trajeron cultivos, animales y su manera de entender la convivencia con el territorio y con los otros grupos humanos esclavos; transformando buena parte de los bienes culturales ya existentes y creando otros que hoy reconocemos como parte de nuestra identidad. Es así como se obtuvo una gastronomía a partir de la hibridación de sabores, la creación de ritmos musicales que integran la diversidad biológica a sus cantos o técnicas agrícolas que se mantienen vigentes hasta ahora.  

Para ejemplificar esta manera de entender el mundo vamos a ver la ocupación de Cubagua, una isla al oriente del país. Aquí se explotaron perlas extraídas de los bancos de ostras ubicados en diferentes lugares de las costas, pero su explotación fue tan extrema que en menos de 40 años se había agotado este recurso en esa isla y posteriormente sólo pudo explotarse a muy pequeña escala. Las ruinas de esta ciudad son un testimonio importante de la historia y la identidad de los venezolanos, pero la escasa difusión de sus valores y lo costoso que es visitarla dificulta la valoración y acceso a este patrimonio cultural. Asimismo, de esta etapa nos quedan formas de pensar que se manifiestan en la minería de destrucción y la mercantilización de la Naturaleza. Ese es una parte de nuestro legado histórico que debe ser revisado y superado.

Petróleo y urbanismo: El desarrollo sin naturaleza.

Con la llegada del petróleo, a principios del siglo XX, se inicia una concepción de desarrollo basada en la expansión industrial y urbanística donde la naturaleza y los bienes culturales pierden sus valores, para dar paso a la idea efímera de lo moderno. Ya a mediados del siglo XX la expansión urbana destruyó casi en su totalidad los bosques de Caracas, para construir los grandes íconos modernistas como la Ciudad Universitaria de Caracas, el Centro Simón Bolívar, los museos de Bellas Artes y de Ciencia; así como las amplias avenidas y edificaciones privadas que dibujan la identidad de la ciudad y sus habitantes. La riqueza petrolera nos dejó un legado importante de arquitectura y crecimiento urbano, pero a la vez nos dejó una cada vez mayor limitación para poder interactuar y crear lazos afectivos con los bienes naturales y culturales de valor, y así tener un sentido de pertenencia y de identidad.

En las últimas dos décadas se puede observar cómo la transformación ambiental se acelera y se convierte en una carrera hacia una catástrofe socio-ambiental y cultural. Se destruyen áreas naturales, especies y culturas indígenas, a la vez que el patrimonio cultural de los venezolanos es abandonado, cuando no arrasado.

Cambiar el rumbo de esta destrucción es una necesidad urgente. Es comprender que los derechos a un ambiente sano, seguro y ecológicamente equilibrado, así como el acceso a los bienes culturales que nos hacen venezolanos no es una tarea secundaria, sino que es fundamental para sobrevivir y avanzar como país.

Necesitamos reconciliarnos con la naturaleza y las conexiones con nuestra identidad. Son nuestros derechos, son nuestras obligaciones.

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